¡Suscríbete a nuestro blog!

Margarito Jiménez: la clave es la confianza en uno mismo

7 min de lectura

 

 

 

Testimonio Margarito Jiménez, Blog Campus Tapachula CEST

Emprender nunca es fácil y eso lo sabe muy bien Margarito Jiménez Monzón, estudiante de séptimo cuatrimestre de la carrera de Derecho en el Centro de Estudios Superiores Tapachula (CEST). Sin embargo, afirma que para lograr que su proyecto de emprendimiento diera frutos, lo más importante fue no dejar de creer en él y confiar en la calidad de su producto.

El emprender no ha sido al único reto al que se ha enfrentado Margarito, pues nos comentó que él quería ser odontólogo; mas por diferentes circunstancias no pudo cursar la carrera. Aunque eso no hizo que desistiera de querer cursar una licenciatura, por lo que al final se decidió estudiar Derecho para no dejar de estudiar y continuar aprendiendo.

“Hace dos años, cuando salí de la prepa, yo quería ser odontólogo; pero no se dio la oportunidad, y como toda mi familia ha estudiado Derecho, decidí estudiar esa carrera. En la actualidad mi meta es poder titularme y hacer crecer mi negocio”.

Emprender ayuda a madurar

Al platicar con Margarito sobre su emprendimiento, comentó que antes él no era tan maduro y centrado como ahora, y fue a raíz de un incidente que tuvo que tomar las riendas de su vida para salir adelante.

“Yo era como cualquier joven que se divertía y estaba preocupado más por ese tipo de cosas; pero un día, después de que mis padres me regalaron un auto, tuve un accidente. El vehículo quedó destrozado y mis padres me retiraron el apoyo económico para mis estudios, pues consideraban que tenía que madurar y arreglármelas por mi cuenta para aprender a ser más responsable”.

“Estuve pensando mucho sobre si debía dejar la escuela para ponerme a trabajar, en ese momento estaba entre la espada y la pared; pero de repente recordé que hace tiempo, antes de entrar a la universidad, había ayudado a una tía a hacer volovanes, ahí aprendí a hacerlos y entonces se me ocurrió que podía cocinarlos y venderlos en la escuela para ganar dinero y así pagar mi colegiatura y reinscripción”.

“Yo soy de un pueblo llamado Tuxtla Chico y los volovanes que mi tía hace no se vendían en Tapachula; con la idea en la mente, me acerqué a mi tía, le platiqué mis planes de venderlos y le pedí que me enseñara hacer bien los volovanes, ella aceptó y me ayudó”.

“Fueron 20 volovanes que llevé la primera vez a la universidad y fue sorprendente ver que en menos de 15 minutos se acabaron, los había vendido todos. Por esa razón, decidí incrementar la cantidad a 40, después fueron 50 y luego 80, al final me tracé la meta de llegar a vender 100 al día”.

A pesar de que con la venta de volovanes le estaba yendo muy bien a Margarito, en vacaciones las ventas bajaban y esto le complicaba el pago de reinscripción y colegiatura. Esta situación lo llevó a tomar la decisión de expandir su negocio.

“Me di cuenta de que se vendían muy bien, pero en las vacaciones no había ingresos y el problema es que tenía que pagar reinscripción y colegiatura. Entonces en ese momento me decido a expandir la red de venta de los volovanes a otras universidades. Me acerqué a otras instituciones tanto públicas como privadas; comencé a hacer producto y a repartir muestras”.

“Después de eso inicié tratos con los encargados y dueños de las cafeterías de las universidades y así fue como creció mi negocio. Actualmente de 50 volovanes que entregaba al día en 8 universidades públicas y privadas, ahora son 300; eso me muestra que mi producto gusta a las personas”.

“Normalmente, todos los días mi tía y yo muy temprano preparamos los volovanes para que a las 6:30 de la mañana estén listos y entonces salgo a repartirlos, me lleva alrededor de una hora hacer la entrega en todas las universidades. Después, a las 8 de la mañana que termino, me voy a la escuela; ahí vendo 100 volovanes, por lo que al día estoy vendiendo 400”.

 ¿Cómo vencer el miedo a emprender?

Es muy sabido que uno de los principales obstáculos para el emprendimiento es el miedo al fracaso y todo emprendedor sabe muy bien qué es eso. Margarito nos comentó que sí, él tuvo miedo al principio, sobre todo por las dudas que rondaban su cabeza sobre si funcionaba la venta de los volovanes; sin embargo, nunca dejó que esas dudas lo detuvieran para emprender.

“Sí tuve dudas, como cualquiera; tenía miedo a fracasar y eso me llenaba a veces de desconfianza. A mi cabeza venían preguntas como: ‘¿Y si no se venden, qué voy a hacer? ¿Qué va a pasar? Pero al final lo que me impulso a no dejarme vencer por esos pensamientos fue que confiaba mucho en el producto y también en mí. Al mismo tiempo, consideré que si me iba bien o mal, no importaba; al final obtendría un aprendizaje y ¡me lancé!”.

Emprender te enseña a madurar y valorar las cosas

Crear tu propio negocio, además de dejarte ganancias monetarias, también deja otro tipo de beneficios, el principal de estos son los aprendizajes y el crecimiento tanto personal como profesional. Margarito afirma que emprender le ayudó no sólo a pagar sus colegiaturas y reinscripciones, sino también le dio madurez y le enseñó a valorar las cosas.

“Me está dejando mucha experiencia en cómo tratar con las personas, cómo negociar, cómo organizarme, además de cómo llevar la economía, en qué gastar y en qué no. Yo creo que no hubiera aprendido esto si no hubiera tenido la oportunidad y la necesidad de emprender”.

“Los retos que me topé al momento de querer expandir la venta de mis productos, también me dejaron mucho aprendizaje sobre todo en el tema de expresarme y tratar con otras personas. Perdí el miedo de acercarme a los dueños de las cafeterías y ofrecerles mi producto”.

“Me ayudó a leer los momentos adecuados para acercarme y mostrar mis volovanes. Al principio fue muy difícil porque no sabía cómo mostrar mi producto y qué momento era el idóneo para acercarme y ofrecer a los dueños mis panes”.

“Ganar confianza en mí mismo ha sido uno de los mejores aprendizaje porque eso te puede detener y no dejarte nunca hacer nada. Al principio yo tenía miedo a no saber qué decir, cómo vender mi producto, si lo iban a aceptar o me iban a rechazar. Pero si hubiera permitido que ese miedo me hubiera detenido entonces no habría alcanzado la expansión que ahora mi negocio tiene”.

“Recuerdo que al principio, antes de hablar con los dueños de las cafetería ensayaba lo que iba a decir y eso me ayudó mucho. Lo más difícil fue la primera escuela, después de eso me di cuenta que lo único que me limitaba era el miedo que sentía y al final lo vencí”.

“Aprendí que sí puedo hacer ese trabajo, me siento bien y seguro, y he aprendido a valorar mucho las cosas, he aprendido a trabajar y he aprendido a organizarme”.

Actualmente, Margarito ya se ha planteado metas más grandes para su negocio, pues ya mandó a hacer su logotipo para darle una imagen más formal, además de que eso le permitirá continuar con la expansión de su proyecto.

Asegura que desea que sus volovanes lleguen a los Oxxo y considera que lo va a lograr con la ayuda de todo lo que aprende en la escuela, sobre todo porque en CEST ha aprendido a siempre a ver más allá, seguir las reglas y nunca darse por vencido.

La importancia de la escuela y seguir en la lucha para obtener un título

“Creo que el apoyo más grande que me ha brindado la escuela es que me dio el permiso para que yo pudiera vender mi producto, eso me ayudó mucho al inicio, fue la base para que mi emprendimiento continuara creciendo”.

“De esa manera, me apoyó la escuela y de verdad estoy muy agradecido porque otra cosa hubiera sido si no me hubieran permitido ofrecer mis productos, igual eso me hubiera desanimado mucho y no hubiera vendido nada, y en vez de motivarme, me hubiera desmotivado totalmente”.

Margarito se siente muy orgulloso de que la universidad en la que estudia, además de apoyarlo al dejarlo vender sus productos, también reconozca ese ímpetu emprendedor que lo ayudó a continuar estudiando.

Comenta que muchas personas con las que él se ha topado, no consideran muy relevante lo que él hace porque creen que es mucho trabajo y sacrificio, a lo que Margarito siempre les contesta que gracias a eso sigue estudiando y le permite hacer bien las cosas, es decir ganarse la vida honradamente.

“Les comento a mis compañeros que tener un negocio propio es una buena forma de hacer dinero y apoyarte para no tener que dejar la escuela. Además aprendes a valorar el dinero y el esfuerzo que se requiere para obtenerlo, y de esa manera aprender en qué vale la pena gastarlo”.

“Me siento muy feliz porque mi escuela reconoce el trabajo que estoy haciendo y al mismo tiempo saben que no sólo yo puedo llegar a hacer esto, sino también muchos otros alumnos lo pueden lograr. Creo que ellos me motivan mucho para seguir adelante”.

¡Claro que puedo!

Finalmente, Margarito invita a sus compañeros y otros jóvenes, que en este momento estén a punto de entrar a la universidad o están estudiando alguna licenciatura, a nunca pensar de manera negativa o derrotarse.

“Una cosa que siempre me ha funcionado es nunca pensar negativo, siempre es bueno pensar positivo y decir ¡yo puedo! Ese siempre ha sido un lema que me ha ayuda mucho, incluso decir: ‘¡Yo voy a estar bien! ¡Yo sé que lo voy a hacer! Eso es una de las cosas que me digo todos los días”.

“Otro consejo que daría a mis compañeros es que siempre busquen emprender; no se pierdan en el relajo. Lo único que necesitan es motivarse y tener esa inquietud por hacer algo distinto e ir más allá”.

“Y nunca piensen en dejar la escuela, yo fui uno de esos alumnos que tuvo la necesidad de dinero y por un tiempo no sabía qué hacer. Pero cuando decidí a no darme por vencido, empecé con la venta de volovanes y me fue bien. El consejo es que luchen siempre por lo que quieren”.

 

Botón quiero inscribirme ahora, Blog CEST

Escrito por luara

¡Únete ahora!

Sé parte de nuestra comunidad y no te pierdas las últimas noticias y consejos para tu formación profesional

¡Solicita más información!
Por favor completa todos los campos